El Parakultural hoy. Prolijo y aburrido. |
Corría diciembre de 1978 y todavia no habían grabado su primer disco. El lugar se llamaba Teatro de la Cortada y servía de antro dramático y musical para las varietés descabelladas de Robertino Granados, los famosísimos redondos de ricota repartidos por Mufercho en las primeras actuaciones de Patricio Rey y los monólogos psicodélicos de Enrique Symms.
Con los años, el teatro se cierra hasta la nueva re apertura en 1985. Hasta allí llegan Omar Viola y Horacio Gabin, interesados en abrir una sala para dar clases de teatro. El lugar, re acondicionado, es abierto a pequeñas obras de teatro delirante, interpretadas por las novísimas Gambas al Ajillo, a las que luego se suma el Clu del Claun, las perfomances de Batato Barea, Urdapilleta, Tortonese, los Melli, las Hermanas Nervio y todo aquel artista que tuviese algo nuevo para mostrar.
El lugar es un éxito de convocatoria y pronto las bandas under del circuito lo toman para sus actuaciones. Allí tocan Los Violadores, Los Pillos, Todos tus Muertos, los Cadillacs, Sumo, Don Cornelio, V8, Celeste Carballo y Los Redondos (entre taaantos otros).
Si algo era artísticamente interesante, excéntrico, novedoso y por sobre todo, peligroso para el establishment de la época, ocurría en el Parakultural.
El lugar resiste como base de operaciones de toda la movida under de Buenos Aires hasta 1990. Las quejas de los vecinos por "ruidos molestos" y las constantes redadas policiales provocan su cierre. El Parakultural muda sus actividades a un nuevo lugar, en Chacabuco al 1000, donde se suman Alfredo Casero, Diego Capusotto, Valeria Bertuccelli y Mariana Briski.
El edificio de la calle Venezuela (y su sótano) es comprado por el Sindicato de Porteros. El sótano es limpiado, pintado y re acondicionado para sus nuevas funciones, quizás un deposito de cosas inútiles, un archivero de papeles o vaya a saber que cosas guarden los porteros.
Nada queda de la mística del lugar. Su entrada pasa desapercibida para quien no haya conocido las historias que ocurrieron allí dentro. Buenos Aires se encargo de dejar en el olvido parte de su patrimonio cultural en pos de las "buenas costumbres"
Hoy, pasado el peligro, es una prolija puerta por la que no se entra a ningún lugar interesante.
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