viernes, febrero 19, 2016

Pedro y Pablo - Conesa 2563


1972. Hartos de los procedimientos policiales, unos jovencisimos Miguel Cantilo y Jorge Durietz se van de su vivienda en La Plata para alquilar una gran casona antigua en el barrio de Belgrano. Con el correr de las semanas la casa recibe la visita cada vez mas frecuente de músicos y artesanos enrolados en las tendencias de confraternidad, comunidad y rotación de actividades (a la que llamaremos "hippismo"). Ambientada con una gran salón central, el cual se convertiría en sala de ensayos, el dúo vive sus primeros días de gloria tras el éxito de su primer disco.
Los integrantes de La Cofradia de la Flor Solar, habitúes del lugar, se instalan definitivamente y a partir de ese momento, sirven de banda de apoyo para el dúo y la grabación de su siguiente álbum.

El disco es compuesto íntegramente en esa idílica casona de la calle Conesa 2563 (de allí el nombre del disco), curiosamente muy cerca de la casa en donde 3 años atrás ensayaba Almendra, y presentado a la compañía discográfica, la cual rechaza de plano la publicación del disco por tocar temas demasiado sensibles para la época (pobreza, tortura y sexo). Finalmente el disco se edita por el sello Trova pero es catalogado como "prohibido" por la censura del momento, por lo que el dúo decide separarse y tomar caminos distintos, Cantilo se va a vivir al El Bolsón y Durietz se dedica a su nuevo grupo Melimelum.

La casona de la calle Conesa vivió un tiempo de ideologías, arte y vida en comunidad. Solo un pedacito de hippismo dentro de la Argentina violenta de los 70'. La casa fue demolida, casi como todos los sueños de la época.  Hoy en día, los vecinos pasan por su vereda, ocupada por un container de basura y un edificio en construcción, sin saber que entre esos escombros se compuso Apremios Ilegales, Blues del Éxodo o Padre Francisco. 
Solo quieren que se termine la obra para que el barrio se vea mas lindo y sea mas seguro.


 Map of Conesa 2563, C1428CUO CABA

sábado, febrero 06, 2016

El Parakultural - Venezuela 336

El Parakultural hoy. Prolijo y aburrido.
Por esta puerta se bajaba a un pequeño sótano, húmedo y oscuro, el cual albergaba un improvisado escenario y algunas luces de ocasión. Ese fue el lugar que eligió Patricio Rey para despedir el año. 
Corría diciembre de 1978 y todavia no habían grabado su primer disco. El lugar se llamaba Teatro de la Cortada y servía de antro dramático y musical para las varietés descabelladas de Robertino Granados, los famosísimos redondos de ricota repartidos por Mufercho en las primeras actuaciones de Patricio Rey y los monólogos psicodélicos de Enrique Symms.

Con los años, el teatro se cierra hasta la nueva re apertura en 1985. Hasta allí llegan Omar Viola y Horacio Gabin, interesados en abrir una sala para dar clases de teatro. El lugar, re acondicionado, es abierto a pequeñas obras de teatro delirante, interpretadas por las novísimas Gambas al Ajillo, a las que luego se suma el Clu del Claun, las perfomances de Batato Barea, Urdapilleta, Tortonese, los Melli, las Hermanas Nervio y todo aquel artista que tuviese algo nuevo para mostrar.


El lugar es un éxito de convocatoria y pronto las bandas under del circuito lo toman para sus actuaciones. Allí tocan Los Violadores, Los Pillos, Todos tus Muertos, los Cadillacs, Sumo, Don Cornelio, V8, Celeste Carballo y Los Redondos (entre taaantos otros). 
Si algo era artísticamente interesante, excéntrico, novedoso y por sobre todo, peligroso para el establishment de la época, ocurría en el Parakultural.


El lugar resiste como base de operaciones de toda la movida under de Buenos Aires hasta 1990. Las quejas de los vecinos por "ruidos molestos" y las constantes redadas policiales provocan su cierre. El Parakultural muda sus actividades a un nuevo lugar, en Chacabuco al 1000, donde se suman Alfredo Casero, Diego Capusotto, Valeria Bertuccelli y Mariana Briski.
El edificio de la calle Venezuela (y su sótano) es comprado por el Sindicato de Porteros. El sótano es limpiado, pintado y re acondicionado para sus nuevas funciones, quizás un deposito de cosas inútiles, un archivero de papeles o vaya a saber que cosas guarden los porteros.
Nada queda de la mística del lugar. Su entrada pasa desapercibida para quien no haya conocido las historias que ocurrieron allí dentro. Buenos Aires se encargo de dejar en el olvido parte de su patrimonio cultural en pos de las "buenas costumbres"
Hoy, pasado el peligro, es una prolija puerta por la que no se entra a ningún lugar interesante.